Archivo por meses: agosto 2015

El hábito NO hace al monje

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No compres por el envoltorio, comprueba el interior. A corto plazo, la belleza impresiona, a largo plazo, se deteriora y cansa.

Prudencia a la hora de juzgar a las personas por su aspecto exterior, ya que no siempre éste coincide con su interior. La indumentaria y el buen físico puede aparentar lo que no es, y como dice este dicho: “cómpralo por lo que es y véndelo por lo que aparenta”, sabiendo de que nunca llegará a lo que no es. Esto también es aplicable al comportamiento humano, ya que muchos esconden con cinismo las verdaderas intenciones.

Una persona que crea una empresa no se convierte en gestor profesional. Para ser gestor profesional hay que tener creencias, valores, actitudes y aptitudes de empresario, tenga o no empresa. La gestión profesional debe controlar la empresa para remediar los puntos débiles y llegar al diagnóstico veraz para poder actuar. Así, que un gestor profesional, muy bien, buena presencia, buenas palabras, pero… ¿es resolutivo, eficaz y comprometido? Si quieres un profesional que no te impresione el envoltorio, mira el interior.

La gestión profesional nada tiene que ver con estar muy formado, ni trabajar mucho. Llevar una embarcación de un puerto a otro con buena mar y con viento favorable, no te convierte en un lobo de mar. Llevar esa misma embarcación de un puerto a otro, con la mar encrespada y fuertes y contrarios vientos requiere conocimientos de navegación.

“Si quieres distintos resultados haz cosas distintas” Einstein.

“No es la especie más fuerte, ni más inteligente la que sobrevive, si no la que mejor se adapta” Darwin.

Antropología empresarial: La verdad

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Las empresas ya trabajan con antropólogos que les ayuden a gestionar su comprensión de la mini sociedad que supone una empresa, pero también la relación con el resto del mundo para comprender las diversas realidades y culturas en las que la empresa debe enmarcar su actividad.

Toda corporación es una comunidad y necesita construir y afianzar una identidad. Sólo a partir de ahí crea una visión de futuro, construye realidad y genera valor.

La coherencia, percepción y conceptualización de la gestión profesional, su juicio y razonamiento serán el sentido del negocio; ya que se encuentra con la realidad del entorno y en ésta, deberá construir la propia realidad, su esencia. Sólo el alineamiento estratégico y una cultura sólida y veraz permitirán que el afianzamiento del talento aprovechando oportunidades.

La gestión tradicional se interesa fundamentalmente en las misiones, las tareas y las técnicas. La antropología empresarial integra lo anterior a una cosmovisión y a la gestión de tipologías culturales y mentalidades como requisito clave. Teniendo como diferenciación la comprensión y gestión de los capitales intangibles que hacen a la empresa.

Un gestor tiene que no obstaculizar la motivación de los colaboradores, mejorar la colaboración en la empresa, enseñando a valorar las consecuencias de las acciones de unos en el grupo. Y, por último, pero no menos importante, es dar ejemplo.

Con lo dicho, se manifiesta el valor por antonomasia en toda convivencia/colaboración: la verdad. Aristóteles llama verdad práctica a «la conformidad del intelecto con la buena voluntad»; implica tanto la bondad del fin como la bondad de los medios. Antonio Machado, dijo que «la verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés». Es decir, que las cosas son como son y no como alguien quisiera que fueran.

La constante fidelidad a esta verdad produce la veracidad, asimilada a la sinceridad y la lealtad. Estas virtudes son indispensables para el buen funcionamiento de la gestión profesional; de la misma forma que se opone, hasta el extremo de la destrucción de la gestión profesional, la mentira con sus consecuencias, la falsedad y la simulación.

La verdad conduce a la confianza dentro de la empresa, y por la confianza se llega a la excelencia. La mentira corroe y desestabiliza los fundamentos de la empresa. Si los colaboradores ven que el directivo/gestor dice siempre la verdad, explica claramente lo que hace y por qué lo hace, mantiene la palabra dada, cumple el compromiso adquirido, desempeña fiel y eficazmente el cometido profesional, exige el cumplimiento de lo pactado siendo leal con sus colaboradores, sirve la calidad anunciada, sin disimular los defectos, los empleados tendrán confianza en él y actuarán de la misma forma recta en orden al logro de los objetivos empresariales. En cambio, si los colaboradores observan que el directivo/gestor miente o es desleal con ellos, acabarán por sospechar que ellos mismos pueden ser manipulados dentro de la empresa, y perderán todas las motivaciones les mantenían adheridos a la empresa. La verdad exige la coherencia en el comportamiento.

Tom Morris en su libro «Si Aristóteles dirigiera General Motors», comentando la regla «acerquémonos al cliente con la verdad por delante», cuenta una anécdota, con su familia, cuando fue a comer a un restaurante. Después de pedir lo que iban a tomar, la espera se hacía larga. Cuando el camarero pasó, le preguntó si tardaría mucho. Y el camarero dijo: espere un momento. Al cabo de un momento apareció el encargado y se disculpó, diciendo que la orden se había perdido en la cocina y que la comida correría por cuenta de la casa. El acto de decir la verdad y asumir la responsabilidad de las consecuencias hizo que, de ser clientes ocasionales, pasaran a ser clientes asiduos.

En los negocios, es lo mismo, las relaciones rigen el mundo. Una relación basada en la falsedad es como una casa construida sobre arena. Una relación basada en la verdad es como una casa sobre fuertes cimientos. Goethe dijo que todas las leyes y normas se reducen a una: la verdad.

La responsabilidad social de la empresa implica sobre todo el realizar adecuadamente lo que la empresa sabe hacer, mediante la mejora continua y la adaptación de la realidad del mercado. Una empresa nace como servicio a la sociedad: intentar honradamente atender las necesidades reales que está capacitada para satisfacer. La prestación de servicio junto con la generación de valor económico constituye el verdadero fin de la empresa y depende en gran parte de la libertad de los colaboradores para la realización de un trabajo profesional no coaccionado por intereses y poderes que menoscaben las decisiones derivando en la ineficiencia.

Eres bueno en algo, pues HAZLO!

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Los profesionales identifican sus áreas de excelencia y concentran en ello toda su energía. El resto lo delegan, lo subcontratan o se buscan la vida para no tener que hacerlo.

El lugar ideal para el talento es donde exhibe las virtudes y disimula las carencias. No hay nada peor que el talento malgastado. Fracaso absoluto.

A menudo, no hay resultados excelentes porque se está lejos del verdadero potencial. Baltasar Gracián: “Cualquiera hubiera triunfado de haber descubierto su mejor cualidad”.

Hay muy pocos que desempeñen una actividad en la que fusionan talento y actividad profesional.

Las virtudes están infravaloradas. No se pueden tocar todas las teclas del piano y si no dedicas tiempo a lo que sabes hacer mejor, no lo potencias.

Lo cómodo es más fácil. Apostar por el talento es arriesgar, ser diferente a lo habitual.

Lo más importante es ser honesto. Admitir las carencias y centrar el esfuerzo en aquello que sabes hacer mejor. Te lo pasarás bien, los destinatarios de tus habilidades se verán beneficiados, tendrás éxito y serás más feliz.

El mercado es más exigente y requiere tener una buena educación, inclusive la continua; estar dispuesto a perseguir objetivos y comprometerse a buscar los mejores resultados para la empresa. Es muy importante tener buenos valores. Con ellos se convierte en no sólo un buen profesional, sino que en un gran ser humano.

Mirlo Blanco: libre y comprometido

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El concepto de idoneidad es un concepto abstracto. Lo idóneo, lo perfecto, el “mirlo blanco” no existe, lo que prevalece es la habilidad de las personas de aproximar una situación dada al ideal, y así alcanzar los objetivos propuestos.

Encontrar al profesional idóneo, ese “mirlo blanco” depende de la habilidad en aproximar el perfil ideal a la realidad del mercado y conseguir que el profesional esté motivado con el proyecto, porque suponga un verdadero desarrollo profesional y porque esté involucrado al cien por cien en los retos que se presenten.

A veces la formación no da resultado porque no es el problema. En muchas ocasiones hay formación pero el problema es el remero, que hay que cambiarlo, incluso, en ocasiones, hay que cambiar la barca y hasta al capitán. Además, es más fácil cambiar una organización en un mal momento porque la zona de confort ha dejado de serlo y el equipo de profesionales va a apoyar ese cambio.

El elemento que propicia el cambio es el propio negocio, el entorno. Los directivos o gestores a pesar de la resistencia va a cambiar o está cambiando. Ahora, el liderazgo o gestión profesional es hacer triunfar a las personas que forman el equipo. La jerarquía, en el sentido tradicional, está pasada de moda. El estímulo de que surja desde abajo la visión de hacia dónde se quiere ir pero, sin olvidar que, al final quien determina la visión y quien tiene que trasmitirla es quien está más arriba, por lo que el liderazgo o gestión profesional es clave.

Las empresas quieren profesionales, mirlos blancos, que elige donde quiere ir y por qué y, normalmente, la motivación económica suele estar en última posición. La gente de valor, el verdadero profesional utiliza la visión estratégica de carrera, cuánto le acerca cada cambio al siguiente, a donde quiere estar en el futuro.

El compromiso es clave en la gestión profesional, pero su concepción ha cambiado: Antes una relación comprometida era una relación a largo plazo, ahora, es una relación intensa, que aporta valor.

Por eso las empresas tienen que cambiar los modelos de compromiso y de vínculo. El modelo tradicional retenía el talento, ahora se acepta que el talento es libre pero comprometido.